A partir de aquí empezamos a explicar nuestro posicionamiento como arquitectos y urbanistas. Una posición que, a imagen de la sociedad en la que vivimos, viene marcada por la gestión de un entorno informacional cada vez más complejo y sumido en una continua y rápida transformación. Una transformación sin un rumbo predecible que afecta a todos los ámbitos de nuestro trabajo, y nos obliga a posicionarnos delante de una sociedad en perpetuo cuestionamiento. Este cambio estructural, consecuencia de la Sociedad Red, ha llevado a redefinir dos de las bases de nuestra existencia, el espacio y el tiempo. Como consecuencia, estamos obligados a dar respuesta a los dos pilares sobre los que se estructura nuestra sociedad, un nuevo concepto de espacio, el espacio flujo, y otro de tiempo, el tiempo atemporal, que inevitablemente coexistirán con los anteriores. Nuevos conceptos de espacio y tiempo que son producto de una transformación histórica, donde la tecnología marca la promesa de un nuevo devenir.
Tenemos que entender, como arquitectos, que el espacio ya no se organiza solamente alrededor de la idea de progreso o está destinado al desarrollo de las fuerzas productivas, como ocurría hasta ahora en la sociedad industrial. En la actualidad aparece el concepto de espacio de los flujos como la herramienta para dar forma material y soporte a procesos y funciones constituidos por nodos y redes que surgen de la Sociedad Red. Es el espacio que se construye alrededor de los flujos: de capital, de información, de tecnología, de interacción organizativa, de imágenes, sonidos y símbolos, pero también de personas e ideas. Flujos que se componen de múltiples y simultáneas secuencias de intercambio e interacción entre los diferentes actores sociales en todos los ámbitos de nuestra sociedad (políticos, económicos y simbólicos), es decir, la Sociedad Red se ha convertido realmente en una procesadora de flujos. A partir de aquí nos encontramos con la consecuencia de que los lugares, basados en la contigüidad y la práctica, el significado, la función y la localidad, ya no forman parte de espacios únicos, sino que adquieren un papel nodal entre múltiples espacios fragmentados y, en muchas ocasiones, desconectados. Como plantea Manuel Castells, estamos frente a «una nueva forma espacial característica de las prácticas sociales que dominan y conforman la Sociedad Red: el espacio de los flujos. El espacio de los flujos es la organización material de las prácticas sociales en tiempo compartido que funcionan a través de los flujos» (Castells, 2005).
En todo caso no podemos más que reconocer, como plantea Luis Mansilla (Tuñon, 2012) «sospecho que el espacio, en realidad, no forma parte de nuestras preocupaciones, sólo el tiempo, que se derrama y escapa entre los dedos cuando intentamos atraparlo» y que en definitiva no tenemos nada salvo nuestro tiempo, porque es el tiempo el que se manifiesta en el espacio y el que acaba creando los lugares. Lugares que ahora se están empezando a desmaterializar convirtiéndose en sinapsis invisibles donde a los arquitectos solo nos queda la capacidad de generar temporalidades capaces de ser reconocidas en el espacio. Dichas temporalidades se transforman en un mundo en constante movimiento y donde el tiempo es quien nos permite percibir el lugar, es el que lo crea.
Marc Chalamanch
(Fotografía Marc Chalamanch, Barcelona, 2010)
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El tiempo glacial, es el tiempo propuesto por movimientos ecologistas, vivir el tiempo con una prespectiva cosmológica de longue durée, contemplando nuestras vidas como parte de la evolución de nuestra especie, y sintiéndonos solidarios con las futuras generaciones, y con nuestra herencia cosmológica. Concepto desarrollado por Scott Lash y John Urry en el libro «Economies of signs and space» 1994.